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Prácticas sostenibles para el consumidor

Prácticas sostenibles para el consumidor

En el mes de julio hablamos sobre los pequeños gestos que el pequeño comercio puede desempeñar frente al cambio climático. Como comercio cercano es fundamental para la promoción de prácticas sostenibles en nuestras comunidades. Pero no solo la acción de unos pocos debería ser suficiente, nosotros como consumidores podemos trabajar algunos aspectos que no suponen mucho esfuerzo pero sí grandes cambios.

Hemos recogido del documento editado por  IHOBE, Sociedad Pública de Gestión Ambiental del Gobierno Vasco, 7 gestos sostenibles que los pequeños comercios pueden implementar. El documento recopila 52 recomendaciones, clasificadas en cinco niveles de esfuerzo de ejecución y cada gesto es clasificado de acuerdo con el impacto de mejora que tiene en el medio ambiente.

¿Te animas a cumplir alguno?

1. Usa el agua caliente solo cuando sea necesario

El uso del grifo monomando ofrece muchas comodidades, pero un uso incorrecto puede generar despilfarro de agua y consumo innecesario de agua caliente. La situación del monomando en la posición central no implica la salida de agua fría sino templada. Hay que tener en cuenta que el agua caliente sanitaria es, después de la calefacción, el segundo consumidor de energía de nuestros hogares. 

Usa el agua caliente necesaria ODS

Cada vez que demandamos agua caliente se pone en marcha la caldera. Estos continuos encendidos y apagados incrementan considerablemente el consumo, así como el deterioro del equipo. Racionaliza el consumo de agua caliente y no dejes los grifos abiertos inútilmente durante el cepillado de dientes o afeitado. Un afeitado con el grifo abierto puede consumir hasta 75 litros de agua caliente.

2. No introduzcas alimentos recién cocinados en el frigorífico
ODS Frigorifico
ODS

Si vas a introducir en el frigorífico un plato cocinado que todavía esté caliente, espera a que se enfríe. Este sencillo gesto evitará que el frigorífico se ponga en funcionamiento para poder recuperar la temperatura que tenía antes de introducir el alimento caliente.

Hay que tener en cuenta que el frigorífico es uno de los electrodomésticos que más electricidad consume en el hogar. El 18% de la electricidad consumida en las viviendas se destina a la refrigeración y congelación de alimentos. 

Al introducir o sacar alimentos de su interior abre la puerta lo menos posible y cierra con rapidez. De esta forma evitarás un gasto inútil de energía.

3. Utiliza los programas de baja temperatura en el lavavajillas

La mayor parte de la energía que consume un lavavajillas, el 90% aproximadamente, se invierte en calentar el agua de lavado, mientras que el 10% restante se destina a hacer funcionar el motor. El uso de los programas de baja temperatura y los programas de ahorro de tiempo contribuyen a frenar el cambio climático porque son más eficientes en el consumo eléctrico. 

ODS

La diferencia de ahorro energético y consumo entre un lavavajillas de clase energética A+++ y uno de clase C es muy importante. Los aparatos con etiquetado energético de clase A ahorran energía y dinero. 

Procura utilizar el lavavajillas cuando esté completamente lleno y revisa el nivel de carga de los depósitos de sal y abrillantador, ya que reducen el consumo de energía en lavado y secado, respectivamente.

4. Lleva tu bolsa reutilizable a la compra

Los Estados miembros de la Unión Europea deben reducir a 40 unidades el consumo de bolsas por persona y año antes de finales de 2025. El Estado español ya prohibió las bolsas de plástico en 2020 y su distribución gratuita a partir de 2018. 

El uso medio de las bolsas de plástico es de unos 12 minutos y tardan de 15 a 1.000 años en descomponerse. Muchas de ellas acaban en los océanos, provocando daños en la fauna y flora marina. 

Estos impactos se pueden evitar con bolsas reutilizables o el clásico carrito de la compra. Además, tan solo el 35% de ellas se deposita en los contenedores amarillos para su reciclaje. El coste climático de este producto es muy elevado al ser un derivado del petróleo.

5. Usa el transporte público

Si no es posible el desplazamiento en bici o a pie, se recomienda el uso del transporte público, la opción más eficiente contra la emisión de CO2, ya que la acumulación de un grupo numeroso de personas usuarias disminuye la actividad de otros métodos de transporte más individuales. 

El transporte público es fundamental en la ciudad: contamina menos, supone un ahorro económico para quien lo utiliza, disminuye el número de vehículos en circulación, reduce el riesgo de accidente en itinere, es accesible para la gran mayoría de la población, y ocupa menos espacio público.

6. Entrega la ropa que no uses y dona tus gafas usadas

La economía circular, una economía eficiente en el uso de los recursos y de baja emisión de carbono, está en la raíz de este gesto. 

La reutilización de la ropa que no usamos reduce el uso de recursos como el algodón o el petróleo que están detrás de la producción de prendas de vestir. 

Con la reutilización logramos que el valor de los productos, los materiales y los recursos se mantengan durante el mayor tiempo posible. 

Euskadi genera anualmente 32.000 toneladas de residuos textiles post-consumo que se reutilizan o reciclan en un 44%, destinándose dos tercios de lo recuperado a la reutilización local o internacional, y un tercio a producir nuevos materiales secundarios. 

Dona lo que no utilizas. En Europa y EEUU se tiran cada año 10 millones de gafas que podrían servir a otras personas que las necesitan. Las organizaciones benéficas locales darán una nueva vida a gafas, ropa, libros y muebles poco usados.

7. Compra productos locales y en comercios cercanos

La agricultura de proximidad evita grandes desplazamientos del producto e innecesarios envasados. El transporte tiene gran influencia en la emisión de gases con efecto invernadero. Cuanto más cerca se produzcan los alimentos del lugar de residencia, menor contribución al cambio climático. 

El consumo de frutas y verduras de temporada, frente a las importaciones internacionales también limita las emisiones de CO2 a la atmósfera. El cultivo de productos fuera de su entorno natural o fuera de temporada exige enormes cantidades de agua, energía y otros recursos. Transportar alimentos en avión de un lugar a otro del planea genera 1.700 veces más emisiones de CO2 que transportarlos 50 kilómetros en camión. En términos estrictos, el transporte puede suponer hasta un 80% de la huella de carbono de la alimentación. 

Por cierto, los productos locales son más sabrosos porque maduran en el campo y no en las cámaras frigoríficas. Además, el comercio de proximidad contribuye a reducir la contaminación ambiental, porque evita el desplazamiento, el gasto en combustible y la contaminación atmosférica. 

Asimismo, coteja que el producto es cercano, fijándote en las marcas de garantía y origen como Eusko Label, Euskal Baserri o las denominaciones de origen e indicaciones geográficas protegidas, que nos permiten distinguir los productos cercanos. 

Apostar por el comercio de proximidad es apostar por el ahorro, la salud y el desarrollo económico de nuestros pueblos y ciudades.

Y recuerda que cada pequeña acción cuenta para construir una comunidad sostenible y consciente del impacto ambiental y que todos podemos desempeñar un papel importante en la educación y concientización sobre la sostenibilidad. 

Destaca tus prácticas sostenibles en la promoción de tu negocio. Comunica a tus clientes que eres una empresa comprometida con el cuidado del medio ambiente, lo cual puede generar una imagen positiva y atraer a consumidores conscientes.

Estos gestos sostenibles pueden ayudar a los pequeños comercios a ser líderes en la promoción de prácticas responsables y a fomentar una comunidad más sostenible en general.

Y tú, ¿te animas?

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